miércoles, marzo 07, 2007

Y justo hoy es 8 de marzo...

Teoría de la Comunicación fue una de las materias que más odié. Ahora, desde este presente, la reivindico.
Me acuerdo un momento en especial, una clase en especial del seminario, donde el tema era el funcionalismo, específicamente Laswell:

Harold Laswell fue uno de los primeros investigadores que quiso determinar cuál era la función social de los medios de comunicación masiva. Basó sus estudios desde la óptica política (¡favor de separar la palabra política de la palabra partido!), y concluyó que había tres:
* VIGILANCIA DEL ENTORNO
Los medios "saltan" cuando consideran que algo puede afectar el status quo que los mantiene, denunciándolo.
* CORRELACIÓN DE LAS PARTES DE LA SOCIEDAD AL RESPONDER AL ENTORNO
Al tiempo que "saltan"para condenar algun hecho o conducta, "preparan" y "aconsejan" a la sociedad para hacerle frente a dicho hecho o conducta, para retornar rápidamente al estado de estabilidad anterior.
* TRANSMISIÓN DE LA HERENCIA SOCIAL
Mediante todas sus acciones reivindican constantemente los valores que consideran necesarios para manter el mencionado status quo estable en el tiempo.

Años más tarde, otro investigador (Lazarsfeld) completó el trabajo de Laswell con una cuarta y última función: el ENTRETENIMIENTO.


Y me acuerdo de ese momento. La profe, con una sonrisa leve de irónica nostalgia dijo como comentario al pasar, como paradoja para retener directamente en el inconsciente: "como ven, los medios nunca tuvieron el objetivo de educar a nadie".

Me es imposible no pensar en Laswell cada vez que veo Gran Hermano. Quizás debería acordarme en estos días por el tema de las elecciones, o por las papeleras, pero no, me acuerdo cuando veo Gran Hermano.
Es que Gran Hermano es maravilloso.
Es el experimento más rentable que ha tenido la televisión argentina, y no es casualidad que los productores corran tanto riesgo para ponerlo al aire ( económico, y también propio ya que terminan sacrificando la mayor parte de su programación). No sólo es altamentí$imamente rentable, es un vehículo inmejorable para cumplir todas esas funciones que detalló Laswell. Es el lobo vestido de cordero... de corderito.

En general se lo toma como un show de entretenimiento vacío e inmoral que sirve de dudoso ejemplo a la gente (que para llegar alto hay que encerrarse en una casa y estar cuatro meses al pedo o que mirarlo te pudre el cerebro y que eso demuestra el nivel de ignorancia de nuestro pueblo). Pero Gran Hermano no es eso. Es lo que Gran Hermano quiere que digan de sí, pero no es lo que es.
Porque es la forma perfecta de reafirmar todas y cada una de las moralinas y estupideces que le conviene a la televisión que la gente crea.
Si muestra una prostituta, un homosexual o un ex presidiario, no está contribuyendo a que la sociedad los acepte, sino que los condene con todavía más fuerza (o todavía peor, que pretenda "apiadarse" de ellos... que los vuelva... corderitos).

La última participante en abandonar "el juego" es un ejemplo concretísimo.
Lo que dejaron ver de Nadia (como "persona" dentro de la casa) fue que basaba todo su discurso en condenar cosas que ella vivía haciendo con orgullo: ofenderse a muerte porque alguien le dijo "gato" una vez hace mucho y al pasar; pero tratar a ese alguien de "conchuda, puta y pelotuda" al menos 3 veces por hora. Llenarse la boca con un"soy frontal", su frase de cabecera a la hora de cerrar su seguidilla de ofensas, que siempre realizaba en tercera persona (es decir, nunca en presencia de aquel a quien se refería). Condenar a quienes "se hacían las víctimas" al tiempo que en ese lugar se refugiaba ella para criticar.
En fin, una incoherencia casi esquizoide.
Al salir de la casa, Nadia confirmó que "la Nadia" que se había visto adentro no era la que ella había preparado para el juego, sino la Nadia "real".
Pero olvidé un punto clave: Nadia trabaja en "la noche porteña", tiene 25 años y 2 hijas de 7 y 8 años (la menor con hipoacusia). Las niñas viven con su abuela paterna (con la madre de su padre, no con él, que ya formó otra familia), porque ella no puede mantenerlas. Justamente eso (según sus palabras) fue lo que la llevó al programa: ganar el premio en efectivo para poder llevarse a sus hijas a vivir con ella. Dentro de "la casa más famosa del país" se refirió a ellas muy poco, más que nada las mencionaba cuando decía el porqué había entrado a la casa. En ningún momento las expuso.

Anoche, en El Debate (el summun del premio o el castigo), primero la acribillaron a preguntas y comentarios sobre su "carácter canallesco"; sobre todas las actitudes sociomoralmente condenables que se cansó de tener adentro (mentiras y robos a la cabeza) y que afuera no justificó como mejor le convenía ("era una estrategia", "era un juego") sino que no terminaba de hacerse cargo de nada.
Pero después, pasó algo fantásticamente repulsivo.
Uno de los panelistas, le recriminó que en su estadía en el programa no hubiera recurrido más a la mención de sus hijas, porque "nos impidió" conocer a "la Nadia sensible", y que no podía entender cómo podía llegar a poner a las criaturas a la altura de sus amigos.
Es que Nadia había dicho que "su familia eran sus amigos", lo que claramente elevaba a los amigos, no disminuía a las niñas. Dejó en jaque al que preguntaba, puesto que fue una de las pocas veces que la balanza se inclinó a favor de Nadia. Pero el que preguntaba no se percató de ese detalle...
El diálogo desencadenó en el llanto por parte de la concursante y así se pudo terminar "el programa en paz".

Me pareció absolutamente anticlímax que hayan cerrado el enfrentamiento con el ÚNICO tema en el que ella siempre fue coherente. Especialmente que lo hayan cerrado de esa manera: forzándola a arrepentirse. No me llevó mucho tiempo llegar a la raíz.

Nadia cometió el error de ser madre.
Ser madre no es tener hijos. Ser madre es tener hijos teniendo útero, poniendo esa carátula por encima de todo el resto de la personalidad, el género y las circunstancias.
Una madre sólo puede ser... una madre.
No existe una institución que goce de tanta adulación como esa. Adulación que se vende como respeto y admiración desde luego, pero lisa y llana adulación. Y siempre hay que desconfiar del que adula, porque el que adula - a diferencia del que elogia - alimenta con una cuchara vacía.
El que adula está revistiendo con palabras bonitas un insulto, o una carcajada (o ambos). Esa adulación se va pasando de generación en generación, y se va legitimando por inercia.

A Nadia no se la condenó porque su ególatra mitomanía desencadenara manipulaciones múltiples, ni por su soberbia patoteril, ni por ser un culto a la impunidad... ni siquiera por jugar a ser sexy cuando el entorno se lo pedía.
A Nadia se la condenó porque se atrevió a ser todo eso, siendo madre. ¡Y encima tuvo la mala suerte de decidir que mientras no pudiera mantener a sus hijas, las cuidarían parientes que sí estuvieran en condiciones de hacerlo!

La mujer que "busca divertirse" no puede ser madre.
Y una madre no puede pretender buscar divertirse.

Tristeza, Enojo, Incredulidad y hasta un poco de resignación es lo que me provoca que hoy, ya entrado el Siglo XXI, a 50 mil años de que el último neandarthal pisó la tierra, a 150 años de que un grupo de empresarios incendiara a sus 129 empleadas por haberles tomado la fábrica en reclamo por mejoras de condiciones laborales... que aún hoy, siga vigente el modelo de la mujer dividida.

Con el hombre no pasa lo mismo. El padre de las hijas de Nadia tampoco vive con ellas, pero no escuché a nadie hacer un sólo comentario al respecto. Porque el hombre sigue siendo hombre y varón, por muy padre que sea. Es más, si se dedica íntegramente a sus hijos, se lo reviste de un cáracter de humanidad del que la mujer no goza si hace lo mismo, porque se considera que esa es su obligación para con ellos. Él no carga con el peso del "milagro de la vida", aunque sus responsabilidades a pasado y a futuro sean exactamente las mismas.


Eso es desigualdad entre los sexos. Eso, no una cancha de fútbol más grande que un shopping.

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