miércoles, junio 11, 2008

¿Será esto la esencia?

Volví a postear después de un año. Un año.
Y acabo de leerme de vuelta, por completo y es como si me conociera. Como si todo el tiempo que pasó hubiera jugado conmigo de una manera extraña.
Me encuentro en cada palabra, a pesar de todo lo que se interpuso entre aquellas y estas.
Vuelvo.
Porque soy yo.
Porque estoy aquí. Y cuando uno está, siempre se puede hablar.

miércoles, marzo 28, 2007

Todo porque ayer fue el día Internacional del Teatro

Ayer pensaba otra vez en eso que se suele decir siempre: lo efímero del teatro. En su instantaneidad.
Pensaba porque me dieron ganas de hablar con Wilde y Moliére en el Sorocabana, mirando la gente cruzar apurada bajo la lluvia por la plaza.
E hice consciente eso de que cada vez que pienso en Teatro "clásico" o antiguo, pienso en dramaturgos: En Shakespeare, en Shaw, en Chéjov, en Cervantes, en mis dos compañeros de bar de la esquina.
Y es curioso, porque Teatro, lo que se dice Teatro, lo que HACE VIVIR al teatro, es el actor.
Se nutre de un texto (el que escribe el dramaturgo) y un director lo guía, pero todo pasa por él. Él es el que define y transmite cada milímetro de una obra.
Pero pienso en actores clásicos o "antiguos" y sólo me vienen a la mente películas. O sea, actuaciones en cine. Actores en cine.
Actores en teatro sólo puedo nombrar a los de mi tiempo y lugar.
Por esa naturaleza efímera del teatro, sólo trasciende para quien lo vive en primera persona (el actor) o para quién lo vió en tercera (el espectador). Las obras trascienden en papel (por ello el presente continuo de los autores), pero para revivirlas hay que recurrir a otros (nuevos) actores.

Y me jacto de haber sido la Martina de El Médico a Palos, y de haber visto La Gaviota.
Pero me quedo con ganas de ver al primer Romeo, al primer Julieta (al misterioso W.H.). Al Algernon que eligió Oscar, a su primer Salomé.
¡Hasta ganas de ver al mismo Moliére vestido de amarillo en El Enfermo Imaginario!
Pero sólo lo conseguiría estando ahí.

Porque si la pintura es poesía ciega; el actor (y la actriz), es poesía viva.

¡Qué buen tema!

(si, sólo voy a decir eso)

martes, marzo 27, 2007

Especismo para principiantes

De algún modo, todos aprendemos a hacernos cargo de la propia idisincrasia (y de la de los demás) cuando enfrentamos esos comentarios de manual a los que nos someten quienes recién nos conocen, o quienes tienen la fijación de comprendernos a pesar de ellos.
Los artistas en general (pintores, escritores, actores, músicos) suelen enfrentarse muy seguido con preguntas al estilo "¿y vos de que trabajas?... ah... ¿eso es tu trabajo?".
Los abogados; con constantes alusiones a su corruptibilidad y - aparentemente - siempre dudosa honestidad.

A los vegetarianos siempre nos acribillan con el... "¿y por qué no comés carne?", sólo para recitarnos al instante un catálogo en suerte de vademecum culinario con procentajes de vitaminas, proteínas y demás virtudes nutricionales que tiene la carne ( y que ellos nunca toman en cuenta, y hablo con conocimiento de causa).
Pero hay otro comentario que siempre viene anexo a ese (quizás sea el otro primero... el orden de los factores no altera el producto) y es el que me lleva a escribir este post.

No importa si te presentas directamente con la palabra vegetariano o si preferís decir "no como carne", siempre te hacen la pregunta absurda: "Pero pollo y pescado comés... ¿no?"
Absurda por lo insostenible.*
A nadie que diga que le gustan los colores oscuros le observarían "pero el negro no te gusta, ¿verdad?". Ni a alguien que adora caminar descalzo:"pero los borceguíes son tu calzado favorito, ¿si?".

Pero a los vegetarianos siempre nos preguntan si comemos pescado o pollo.
La opción del huevo en un menú no carnívoro es discutible, pero definitivamente no lo son las carnes "blancas".
Y todo este planteo viene a colación de la cercanía de la Semana Santa, y su famosa y nunca bien ponderada "época de vigilia".
La Iglesia puso en la carne y en el vino el espíritu del Cristo crucificado y luego ascendido. Así pretendían suprimir y controlar todo lo que pudiera desviar al cristiano del lavado de culpas: la comida y la bebida por placer. La fiesta.
En tiempos donde la vigilia se respetaba a rajatabla, la dieta se reducía a todo tipo de infusiones y algún que otro vegetal. Nada de azúcar, nada de sal. Y en palabras de buen - y mentiroso - carnívoro, nada de sabor.
Con el cuerpo tan en piloto automático, al fiel sólo le quedaba atender sermones de sus párrocos, o dormir (que viene siendo lo mismo). Un control digno de Pedro, el amigo de Heidi.

Con el pasar de los siglos y el desplazo del teocentrismo y la avanzada de la ilustración la república y el hombre, la vigilia también se fue "antropocentrizando".
Hoy en día, las empanadas de Semana Santa siempre tienen atún o pollo. La merluza y la pechuga son menúes comunes el jueves y el viernes santo (no tanto como el asadazo del domingo de Pascua, pero están pisando los talones).
De pronto, la carne de Cristo sólo se encuentra en la carne roja.
Según los nutricionistas, la carne roja es la que tiene más grasa, más calorías y pone más en riesgo la salud. Según los fundamentalistas de la carne (especialmente los argentinos), es la más rica, y la absolutamente imprescindible a la hora del verdadero buen comer.
Un resabio de ese milenario flagelo llamado cuaresma: suspender los placeres terrenales por estos días. Los curas no opusieron resistencia (ellos, de placeres terrenales saben muy poco) y la tradición actualizada ya no tiene "opositores".

A ese punto llega el especismo. A darle la exclusiva categoría de "carne" a la que más placer provoca devorar.
El resto (las aves y los peces) son apenas potus con consistencia a la mandíbula.
O en el mejor de los casos, y casi que citando a Homero Simpson, "la comida de la comida" (¿Qué las vacas son herbívoras? Primero consulte a su terrateniente amigo la composición del alimento balanceado con el que las engorda mientras las amontona) .



*Seguramente hay gente que encaja con estos ejemplos, pero a lo que voy es que, esos razonamientos no respetan la lógica que supuestamente quiere imponer quien está preguntando desde el lugar de juez, o bien de "aprendiz".

martes, marzo 13, 2007

Está empezando mi otoño/invierno... y lo mío es el frío.

La astronomía y la astrología reivindican eso del cumpleaños: cada 12 meses, todo vuelve a empezar.
Claro que la astronomía "habla" a nivel general, a nivel planeta y naturaleza. Todos los ciclos de la vida tienen estrecha relación con que la Tierra termine un giro alrededor y vuelva a empezarlo otra vez. Siempre se da en ese mismo momento.
La astrología es mucho más específica (con esa forma de especificidad tan general que tiene la astrología): los planetas se alinean igual que en el momento de nuestro nacimiento, y todo vuelve a empezar, para uno mismo. Las influencias cósmicas nos vuelven a dar otra oportunidad.
De todos modos, algo ocurre antes.

Así como el año calendario puede dividirse en dos categorías antagónicas (primavera/verano y otoño/invierno), el año astrológico también tiene mucho de eso. Los segundos seis meses son una extraña repetición alterada de los primeros. Un ejemplo es el zodíaco celta (el de los árboles): son 12 signos, pero cada uno se "presenta" dos veces al año, durante 15 días, con un espacio de seis meses entre ellos.
Así es como alguien que nace en marzo, y otro que nace en septiembre, pertenecen al mismo "árbol".
Nuestro zodíaco no está exento. Si bien los 12 signos duran 30 días, cada uno lleva una relación especial con el se distancia por 6 meses. ¿Cuál? La relación de oposición.
Cada uno corresponde a un polo del imán. Uno representa al "verano" y el otro al "invierno". Cada característica sobresaliente de cada signo es la perfecta antítesis de la de su opuesto. A saber:

Piscis (el más emocional) - Virgo (el más cerebral)
Aries (el más impulsivo) - Libra (el más calculador)
Tauro (el más práctico) - Escorpio (el más pasional)
Géminis (el más bipolar) - Sagitario (el más sociable)
Cáncer (el más orgulloso) - Capricornio (el más adaptable)
Leo (el más prepotente) - Acuario (el más sentimental)

Por eso, con el opuesto hay una relación interminable de amor/odio, de constante identificación positiva (cuando ves en el otro algo que te complementa) y negativa (cuando ves reflejado lo que no te gusta ser, o a lo que no aspirás). Atracción y repulsión al mismo tiempo. Una relación que nunca pasa desapercibida.
El verano propio es cuando transitamos los meses que rige nuestro signo (en mi caso viene siendo septiembre/marzo). Nuestro invierno personal, el que rige nuestro opuesto (en mí, marzo/septiembre). En cada etapa, uno cambia. No vuelve a empezar, muta de estado. De actitud.

Deberíamos darle un breve crédito a nuestro medio cumpleaños. Al menos uno tan significante como el que se le da al 21 de setiembre en el calendario regular.