viernes, agosto 25, 2006

Paradoja

Hace un tiempo, me di cuenta que no tenía melodrama en mi cotideaneidad. Me faltaba en el cuerpo, pero me sobraba en la escritura. Había perdido el poder del distinguir qué era "lindo o coherente", había entrado en esa vorágine de perder el sentido del límite, borrar la delgada línea.
Necesitaba recuperar ese melodrama a nivel piel, porque me hacía falta para las tablas urgentemente. Lo logré. Sin embargo, no pude incorporarlo en mi conducta básica.
Lo tengo en el hemisferio creativo, en el de la imaginación, en el de la pavada, en el de la libertad... pero nunca lo encontré en el de los pies en la tierra.
Pisar la tierra me pone práctica de manera terriblemente irritante. Y llegué todavía más lejos con mi descubrimiento: noté que siempre había sido así.
Desde ya que jamás tuve sentido de la estética, y eso que la base de todas las cosas que hago, es eso... la estética y la belleza.
Es una, si se me permite la palabra, bella paradoja.
Yo soy una paradoja.
Y encima me doy el lujo de no cambiarlo por nada.

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