
Me dicen que Plutón no es un planeta y se supone que debo creerlo. Pues me lo dicen no con las intenciones de informarme sobre su verdadera naturaleza; si no con la esperanza de que yo crea que es menos que el resto. Menos que Júpiter, que Saturno, que Mercurio, que Marte, que Urano, que Neptuno, que Venus y, primero y principal, que la Tierra.
Que es un planeta enano. Eso explica sus órbitas extrañas, su congelamiento extremo en el área de los planetas gaseosos y esa relación enferma que lleva con Caronte, tan dependientes el uno del otro que no puede ser sólo su luna. Tiene que ser mucho más que eso.
Lo discriminan y lo bajan de la lista de planetas. Mandan a reimprimir todos los manuales escolares, a recrear los mapas galáticos. ¿Por qué? por ser lo que siempre fue: un misterio diferente a todos los demás: un misterio que incluso ahora, que ha sido develado, sigue teniendo todas sus incógnitas anteriores. ¿Por qué? Porque ese cambio de carátula a Plutón no le afecta en nada (lo más gracioso es que a nosotros tampoco), es sólo otro delirio vanidoso del hombre en su codicia siempre creciente por controlar todo el universo.
Pero Plutón no se entera. Desde la astrología, la tienen más clara: todo sigue igual. Porque por muy enano, congelado y en pareja que esté, tiene tanto poder como el resto; tanta influencia cósmica como el que más.
Desde Plutón, el Sol es apenas una estrella muy brillante.
Quien pudiera contemplar su atardecer.
1 comentario:
Amén, que sabrá el chancho de caramelos, sobre todo de caramelos que lo miliplican(??) en tamaño!
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