martes, marzo 27, 2007

Especismo para principiantes

De algún modo, todos aprendemos a hacernos cargo de la propia idisincrasia (y de la de los demás) cuando enfrentamos esos comentarios de manual a los que nos someten quienes recién nos conocen, o quienes tienen la fijación de comprendernos a pesar de ellos.
Los artistas en general (pintores, escritores, actores, músicos) suelen enfrentarse muy seguido con preguntas al estilo "¿y vos de que trabajas?... ah... ¿eso es tu trabajo?".
Los abogados; con constantes alusiones a su corruptibilidad y - aparentemente - siempre dudosa honestidad.

A los vegetarianos siempre nos acribillan con el... "¿y por qué no comés carne?", sólo para recitarnos al instante un catálogo en suerte de vademecum culinario con procentajes de vitaminas, proteínas y demás virtudes nutricionales que tiene la carne ( y que ellos nunca toman en cuenta, y hablo con conocimiento de causa).
Pero hay otro comentario que siempre viene anexo a ese (quizás sea el otro primero... el orden de los factores no altera el producto) y es el que me lleva a escribir este post.

No importa si te presentas directamente con la palabra vegetariano o si preferís decir "no como carne", siempre te hacen la pregunta absurda: "Pero pollo y pescado comés... ¿no?"
Absurda por lo insostenible.*
A nadie que diga que le gustan los colores oscuros le observarían "pero el negro no te gusta, ¿verdad?". Ni a alguien que adora caminar descalzo:"pero los borceguíes son tu calzado favorito, ¿si?".

Pero a los vegetarianos siempre nos preguntan si comemos pescado o pollo.
La opción del huevo en un menú no carnívoro es discutible, pero definitivamente no lo son las carnes "blancas".
Y todo este planteo viene a colación de la cercanía de la Semana Santa, y su famosa y nunca bien ponderada "época de vigilia".
La Iglesia puso en la carne y en el vino el espíritu del Cristo crucificado y luego ascendido. Así pretendían suprimir y controlar todo lo que pudiera desviar al cristiano del lavado de culpas: la comida y la bebida por placer. La fiesta.
En tiempos donde la vigilia se respetaba a rajatabla, la dieta se reducía a todo tipo de infusiones y algún que otro vegetal. Nada de azúcar, nada de sal. Y en palabras de buen - y mentiroso - carnívoro, nada de sabor.
Con el cuerpo tan en piloto automático, al fiel sólo le quedaba atender sermones de sus párrocos, o dormir (que viene siendo lo mismo). Un control digno de Pedro, el amigo de Heidi.

Con el pasar de los siglos y el desplazo del teocentrismo y la avanzada de la ilustración la república y el hombre, la vigilia también se fue "antropocentrizando".
Hoy en día, las empanadas de Semana Santa siempre tienen atún o pollo. La merluza y la pechuga son menúes comunes el jueves y el viernes santo (no tanto como el asadazo del domingo de Pascua, pero están pisando los talones).
De pronto, la carne de Cristo sólo se encuentra en la carne roja.
Según los nutricionistas, la carne roja es la que tiene más grasa, más calorías y pone más en riesgo la salud. Según los fundamentalistas de la carne (especialmente los argentinos), es la más rica, y la absolutamente imprescindible a la hora del verdadero buen comer.
Un resabio de ese milenario flagelo llamado cuaresma: suspender los placeres terrenales por estos días. Los curas no opusieron resistencia (ellos, de placeres terrenales saben muy poco) y la tradición actualizada ya no tiene "opositores".

A ese punto llega el especismo. A darle la exclusiva categoría de "carne" a la que más placer provoca devorar.
El resto (las aves y los peces) son apenas potus con consistencia a la mandíbula.
O en el mejor de los casos, y casi que citando a Homero Simpson, "la comida de la comida" (¿Qué las vacas son herbívoras? Primero consulte a su terrateniente amigo la composición del alimento balanceado con el que las engorda mientras las amontona) .



*Seguramente hay gente que encaja con estos ejemplos, pero a lo que voy es que, esos razonamientos no respetan la lógica que supuestamente quiere imponer quien está preguntando desde el lugar de juez, o bien de "aprendiz".

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