martes, marzo 13, 2007

Está empezando mi otoño/invierno... y lo mío es el frío.

La astronomía y la astrología reivindican eso del cumpleaños: cada 12 meses, todo vuelve a empezar.
Claro que la astronomía "habla" a nivel general, a nivel planeta y naturaleza. Todos los ciclos de la vida tienen estrecha relación con que la Tierra termine un giro alrededor y vuelva a empezarlo otra vez. Siempre se da en ese mismo momento.
La astrología es mucho más específica (con esa forma de especificidad tan general que tiene la astrología): los planetas se alinean igual que en el momento de nuestro nacimiento, y todo vuelve a empezar, para uno mismo. Las influencias cósmicas nos vuelven a dar otra oportunidad.
De todos modos, algo ocurre antes.

Así como el año calendario puede dividirse en dos categorías antagónicas (primavera/verano y otoño/invierno), el año astrológico también tiene mucho de eso. Los segundos seis meses son una extraña repetición alterada de los primeros. Un ejemplo es el zodíaco celta (el de los árboles): son 12 signos, pero cada uno se "presenta" dos veces al año, durante 15 días, con un espacio de seis meses entre ellos.
Así es como alguien que nace en marzo, y otro que nace en septiembre, pertenecen al mismo "árbol".
Nuestro zodíaco no está exento. Si bien los 12 signos duran 30 días, cada uno lleva una relación especial con el se distancia por 6 meses. ¿Cuál? La relación de oposición.
Cada uno corresponde a un polo del imán. Uno representa al "verano" y el otro al "invierno". Cada característica sobresaliente de cada signo es la perfecta antítesis de la de su opuesto. A saber:

Piscis (el más emocional) - Virgo (el más cerebral)
Aries (el más impulsivo) - Libra (el más calculador)
Tauro (el más práctico) - Escorpio (el más pasional)
Géminis (el más bipolar) - Sagitario (el más sociable)
Cáncer (el más orgulloso) - Capricornio (el más adaptable)
Leo (el más prepotente) - Acuario (el más sentimental)

Por eso, con el opuesto hay una relación interminable de amor/odio, de constante identificación positiva (cuando ves en el otro algo que te complementa) y negativa (cuando ves reflejado lo que no te gusta ser, o a lo que no aspirás). Atracción y repulsión al mismo tiempo. Una relación que nunca pasa desapercibida.
El verano propio es cuando transitamos los meses que rige nuestro signo (en mi caso viene siendo septiembre/marzo). Nuestro invierno personal, el que rige nuestro opuesto (en mí, marzo/septiembre). En cada etapa, uno cambia. No vuelve a empezar, muta de estado. De actitud.

Deberíamos darle un breve crédito a nuestro medio cumpleaños. Al menos uno tan significante como el que se le da al 21 de setiembre en el calendario regular.

2 comentarios:

Pabl3Te dijo...

Jajaja, geneal! Yo amo el otoño!!! :D:D:D y me caen demasiado bien los acuarianos! :D pero por otro lado odio el verano, sobre todo en enero, jaja. Pero eso es culpa de Santiago capaz. En fin, jaja, solo pasaba

3♣

Na8 dijo...

Ahora entiendo todo!...
(Soy de cancer)
Saludos!