miércoles, mayo 31, 2006

¿Y qué viene ahora?

Hace unos minutos, estaba viendo Malcolm en la pieza de mi hermana (porque ella estaba escuchando radio en la cocina). Tenía pensado ir a lavarme los dientes en el siguiente corte (el segundo), pero, cuando este llegó, en vez de ir al baño, me crucé a mi pieza. Fue una acción plena de inercia y mecanización, porque nada tenía que ir a hacer allí. Por alguna razón igual de automática me crucé de habitación casi corriendo.

Cuando llego casi al lado de mi cama escucho un estruendo abrumador. Me doy vuelta y confirmo mis sospechas: a mis pies yacían los restos del espejo del pasillo, ese que desde que se rajó hace un par de años nos entretenía con sus locos reflejos (un espejo partido distorsiona como esos espejos de las ferias) y siempre temimos por su suerte. Quizás debíamos hacerlo por la nuestra.

"Los Antiguos" creían que los espejos servían para mirar el futuro. Mejor dicho, que los espejos eran capaces de mostrar el futuro a una persona. Si había algo horrible en ese futuro, algo macabro que fuera terrible mostrar, el espejo simplemente se rompía. De ahí la superstición de la mala suerte que acarrea la rotura de uno. El tiempo que dura se debe a que además creían que los ciclos de la vida volvían a comenzar cada 7 años (un número mágico para esa época, que nace de una información falsa: los 7 planetas que conocían entonces y creían únicos cuerpos celestes del universo). Así, suponían que el espejo "quería ocultar" la mala dicha que se podía sufrir en el próximo ciclo.

Ahora que se rompió el espejo de mi casa, pienso que será lo que no habrá querido mostrarme cuando pasé corriendo a su lado. Y porque me siguió con tanta potencia: hay vidrios en la mayoría de mi cuarto, de todos los tamaños posibles. No así en la pieza de mis viejos, que está a la misma altura de la mía, pero del otro lado.
El espejo me seguía, como queriendo advertirme algo. Si, ya se que están pensando en las leyes de la física. Pero eso no quita que me haya susurrado algo a último momento antes de morir.

Después de todo habló muy bajo: mi hermana, desde la cocina, apenas escuchó el estruendo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

q paranoiaaaaa

jajajajaja