Mitos urbanos sobre mí (e)

HOY LES OFRECEMOS:

Quiero a mis amigos por sus defectos

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No le veo mucho sentido a eso de las virtudes, en el sentido de que cualquiera se banca una virtud. A nadie le molesta alguien generoso, buena onda, honesto, que esté siempre.

El verdadero reto de la amistad (y el resto de las relaciones interpersonales) es soportar los defectos del otro. No sólo soportarlos, sino incorporarlos, como se incorpora esa persona en nuestras vidas. Tanto se interioriza uno con eso, que cuando hay un buen lazo afectivo, terminan volviendose virtudes.

Me molesta la gente que quiere cambiar a la gente. El caso típico es la mina que se pone de novia y quiere cambiar al tipo por todos lados: empieza por la ropa, sigue por el pelo, ataca los hábitos (comer con la boca abierta, arremangarse la botamanga, etc) y termina por querer cambiarle la personalidad. En los casos de parejas se ve bien claro, pero en el tema de los amigos también suele darse bastante subliminalmente, y pasa, generalmente, por querer domar los defectos.
En cuanto a mí, apenas me empieza a molestar algo (o sea, el supuesto defecto) en particular de un amigo, empiezo a tomar distancia de él, y si, esa "molestia" se vuelve crónica, es cuestión de tiempo que corte el lazo.
Ese es uno de mis grandes defectos de fábrica; igual que el hecho que muchas cosas que la sociedad considera virtudes para mi son defectos, y viceversa (por ejemplo, amo la gente soberbia, pero me exaspera la buenudamente ingenua).
Mi amigo Oscar dijo también que cualquiera puede solidarizarse con los fracasos de un amigo, pero se requiere de un temperamento especial para simpatizar con sus éxitos.
Se que no lo parece, pero tengo la buena suerte de contar ( ;) ) con varios buenos grandes amigos: nuevos, de siempre, de sangre, del alma, de la vida y hasta platónicos. Conozco sus sueños y sus defectos. Y por lo mucho que los adoro por lo segundo, quiero que alcancen todo los primeros. :)
Una compañera de la secundaria que siempre aprecié, pero con la que nunca me di mucho y a la que no volví a ver, me escribió en la camisa: La gente no se olvida de la gente.

Creo que tiene mucha razón.