domingo, marzo 11, 2007

Cuando la biología es una condena

Hace un par de posts sostenía que tanto el padre como la madre tienen iguales responsabilidades frente a los hijos que deciden traer al mundo.
Decía yo que me parecía desigual que a la mujer se la encierre en la categoría de madre a partir de ese momento y que el varón pueda hacer uso de su cartel de padre cómo él quisiera.
A nivel económico legal, esa "convención moral" siempre le resultó más beneficiosa a la mujer, por la simple razón que se la coloca todavía más por debajo que el lugar de víctima - que es el que les corresponde a los hijos -... se la coloca en el lugar de la incapacidad de buscar una salida por sí misma. La mujer - la madre - no puede ni siquiera generar recursos por sí sola, tiene que - íntegramente - dedicarse a criar a sus hijos. Por eso, pasa a depender económicamente del varón que está obligado a pasarles dinero hasta que se hagan adultos. ¿Sobre la crianza? En la crianza actúan como quieren, claro está.
Pero todo eso sucede en el caso de que sí quieran traer hijos al mundo. Sí ambos, de común acuerdo, decidieron tener descendencia a conciencia (y a esta situación es a dónde apuntan mis comentarios del post anterior).
Si ninguno de los dos quiere, tampoco hay problema.
El problema - relativo a la desilguadad de género - es cuando uno quiere y el otro no, y un molesto espermatozoide consigue fecundar un óvulo lento de reflejos.
Si el padre no quiere, pero la madre se ensaña con llevar a cabo ese embarazo. ¿Por qué atar al hombre a algo que no le interesa? La responsabilidad biológica no tiene porqué estar por encima de la moral, en especial cuando las condiciones estaban claras desde el principio.
Así es como, en esa situación, la madre debería seguir curso a su embarazo en soledad (al menos no en compañía del padre biológico), sin derecho a reproches, ni reconocimientos legales. Un ADN nuevo no basta para condenar a uno de los que lo hizo sin querer.
Esa situación es un tanto problemática, pero también puede llevarse a cabo si la mujer se prepara para emprender el viaje sola.

El gran problema es cuando quien quiere seguir adelante es el varón, pero ella no. Aquí la situación es diametralmente opuesta. ¿Por qué? Porque la mujer, a diferencia del padre, no puede escapar tras decir "no". Siguiendo la lógica anterior, la mujer sólo puede dejar seguir el curso del embarazo y esperar el parto para recién poder desentenderse (darle la criatura al padre y que él se las arregle).
Acá si hay un peso de la biología. Mal que nos pese a todos los humanos, la mujer es la que tiene que cargar con el nuevo ser durante nada menos que nueve meses ( y quizás un par de meses después también). El costo físico, económico, psicológico y hasta laboral es inconmensurable. Todo para parir una criatura que no se quiere, que nunca se quiso (y que en ese ambiente hostil, quien sabe cómo pueda desarrollarse).

Por eso nosotras sostenemos que la decisión es nuestra. Si ustedes, varones, quieren encarar la paternidad en soledad, pueden recurrir a la adopción (esos embarazos que no pudieron ser lo que se había planeado), o seguir buscando. Usualmente cruzarse con una Susanita lleva de 10 a 15 segundos.

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